15/6/16

Esa peligrosa maña de no comer bien [15-6-16]


Esa peligrosa maña de no comer bien

Dejar de comer, pegarse comilonas y vomitar luego, y obsesionarse con el ejercicio y la comida biológicamente pura, son los trastornos que ponen en peligro el desarrollo de muchos adolescentes.

El día en que Caro no se presentó a comer a la mesa, sus papás pensaron que era otro de sus berrinches de adolescente.

Tampoco hicieron clic cuando la joven, de 16 años, empezó a remilgar de toda la comida que compraban en el súper porque –aseguraba la muchacha– estaba cargada de contaminantes.

Cada vez era más difícil complacerla con las comidas y la joven comenzó a adelgazar rápidamente, a vista y paciencia de todos en casa.

En el fondo, lo que Caro presentaba era un cuadro de ortorexia, un trastorno de la alimentación caracterizado por la obsesión por comer solo alimentos “biológicamente puros”: nada de grasas ni de otros alimentos supuestamente “sucios”.

Las consecuencias no se hicieron esperar en el organismo de la adolescente. Como le sucede a las demás personas con ese trastorno, empezó a sufrir la falta de vitaminas, a padecer de hipotensión (presión sanguínea baja) y osteoporosis (huesos frágiles y quebradizos por falta de calcio).

La ortorexia es solo uno de varios problemas de la alimentación que suelen aparecer durante la adolescencia.

También está la anorexia (cuando se baja bruscamente la ingesta de alimentos), la bulimia (los famosos atracones seguidos por vómitos inducidos) y la vigorexia (obsesión por hacer ejercicio, sin límite).

Riesgos a la vista

En la historia de Caro, la verdadera identidad de la muchacha está resguardada, pero cada vez son más abundantes casos como el suyo entre la población juvenil. Los especialistas coinciden en que las presiones sociales por tener una figura estilizada y “a la moda” hacen más frecuente la incidencia de estos males.

La nutricionista Marisol Chavarría Crespo, de Nutrikids, dice que la anorexia es la tercera enfermedad crónica más común en adolescentes.

“La adolescencia es un período donde se produce una transformación del cuerpo y, por consiguiente, de la imagen corporal.

“Todos esos cambios son muy acelerados y a los jóvenes les resulta muy difícil aceptarlos”, comentó.

Incluso, dijo Chavarría, hay páginas en Internet promovidas por aquellos enfermos que todavía no aceptan su condición.

En esos espacios cibernéticos se defienden expresiones como las siguientes: “Si no estás delgada no eres atractiva”, “Estar delgada es lo más importante”, “Compra la ropa adecuada, córtate el pelo, toma laxantes, múerete de hambre, ¡lo que sea para parecer más flaca!”.

“Estos trastornos son más frecuentes en las mujeres que en los hombres, en una proporción de diez a uno”, precisaron los especialistas Luis Carlos Sancho (psiquiatra del Hospital La Católica), Andrés Mesén (psiquiatra del Centro de Investigaciones Médicas) y la psicóloga Michelle Llach, de ese mismo centro.

En los últimos años, la Clínica del Adolescente del Hospital Nacional de Niños empezó a registrar más casos de varones con trastornos como estos, especialmente anorexia y bulimia.

Los pacientes, por lo general, son adolescentes con edades entre los 14 y 18 años.

Atentos

Lo primero que recomiendan los médicos a los papás es no subestimar, por nada del mundo, los síntomas sugerentes de estos trastornos.

Por ejemplo, cuando los muchachos empiezan con la costumbre de saltarse los tiempos de comida sin razón aparente, y el hábito de distribuir los alimentos en el plato, partirlos en muchos pedacitos y no comérselos.

No hay que esperar a que aparezcan alteraciones menstruales (la regla podría desaparecer del todo), se caiga el cabello por la falta de nutrientes o surjan lesiones en las manos por el esfuerzo al inducirse el vómito.

Se debe recurrir inmediatamente a buscar ayuda médica apenas hay sospechas de que el muchacho padece cualquiera de esos trastornos.

El tratamiento incluye terapias psicológicas para mejorar la imagen que el adolescente tiene de sí mismo, asesoramiento nutricional para que aprenda a comer bien y, en los casos más extremos, la administración de fármacos. “Las personas que sufren (estos trastornos) tienen muchas posibilidades de recuperarse siempre y cuando la enfermedad se detecte a tiempo. Solo al haber transcurrido dos años libre de síntomas, se da de alta al paciente. Aún así, apenas un 50% se cura de manera total. Del resto, hasta un 5% llega a fallecer por complicaciones”, explicaron Sancho, Mesén y Llach.

Estos especialistas coinciden en que, una vez detectado el problema en el adolescente, el paciente y la familia deben estar dispuestos a cumplir un plan de tratamiento.

“La participación de los padres en este proceso es vital. Se deben realizar terapias familiares y los padres deben aprender a manejar los planes de alimentación del paciente”, enfatizó Marisol Chavarría.

Asunto mental

Los trastornos de la alimentación clasifican también como problemas mentales.

Además, son enfermedades que nunca vienen solas. Están acompañadas por otras como la depresión, la ansiedad y los trastornos obsesivos-compulsivos.

Es aquí donde los jóvenes llegan a presentar dificultades para mantener una sana relación con su familia. Se vuelven muchachos solitarios y retraídos tanto en casa como en el cole .

Si estos muchachos no se atienden a tiempo, se complican a tal punto que llegan al hospital cuando han perdido el 40% o más del peso para su talla, poniendo en grave peligro la vida.

Además de adoptar una actitud vigilante para prevenir o captar a tiempo estos trastornos de salud, los papás deben promover una conducta saludable de sus hijos desde su más tierna infancia.

Es sabido, también, que los muchachos llegan a desarrollar otros problemas como el sobrepeso y la obesidad porque consumen alimentos no saludables.

Una encuesta reciente de la Clínica del Adolescente con jóvenes de la Gran Área Metropolitana (GAM), reveló que el 51% acostumbra ingerir “comida rápida”. Estos alimentos tienen altas concentraciones de grasas saturadas y harinas refinadas.

Ante estos riesgos, las familias deben extremar cuidados. Una actitud alerta ayudará a prevenir y a detectar a tiempo cualquier situación que pueda afectar la calidad de vida de los hijos.

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